jueves, 11 de marzo de 2010

CUATRO ELEMENTOS DE LA NATURALEZA MÁS UNO.

A Alonso Santiago, tú que pasaste a formar parte de la madre tierra para siempre, con afecto.


Eres de aquellos que llenan los silencios interminables y de los que provocan silencios que deseas que nunca lleguen a su fin,
arrugas que ocultan una juventud incombustible,
grito a la vida desde la experiencia del pincel y el verso como armas de la cotidianidad más bohemia.
Eres porque lo eres en contra de la corriente que empuja a salvarla y que pasa de largo bajo unos pies que dejan la huella firme de los grandes hombres,
Mirada del quien gobierna el incontrolable tiempo, haciendo de las noches días y del día, arte.
Naciste donde quisiste, uniendo el mar y la montaña, la playa a la campiña,
a Dios con el propio ser humano usando como sortilegio el buen consejo y como amuleto una copa de vino tinto en tu mano.
Como pieza que encaja en un perfecto Puzzle,
del redondel de la Plaza Real indultaste al toro en el óleo y al torero lo laureaste con un marco de oro.
El sexo lo transformaste en fuego de vivos colores y la caricia de los amantes en esfumato desdibujado.
Has querido ser dueño de las letras insulsas del abecedario, mago de la acuarela, la “j” danza gracias a ti, mientras, la “e” le sonríe, la “s” se le insinúa y la “r” le ronronea.
Eres aquel hechicero que plasmó la música en el trazo casando en un matrimonio infinito al instrumento con su dueño.
Remanso de sosiego, refugio de la reflexión, compañero eterno, verbo personificado de tertulia eres tú,
aire, tierra, agua y fuego en un mismo elemento.

ÁnQuinFer

lunes, 8 de marzo de 2010

Mío, para mí (cuento).

Érase que se era, un pequeño reino al norte de un lugar cualquiera, en un sitio perdido...
El reino se llamaba Mío Para Mí, y era gobernado por un rey llamado Egoistón, de la familia de los Yo Mismo. Egoistón, Yo Mismo, era tan egoísta, tan egoísta que adoptó a dos perros fieros llamados Sólo y Suyo. Además, era tan ambicioso que reinó incluso antes de nacer pues su padre, el monarca Presumido I, había fallecido en un accidente de tráfico a causa de mirarse el ombligo mientras él jugaba a hacer castillos en la barriga de su madre en palacio. Fijaos hasta donde llegaba el egoísmo de éste que, a sus 150 años, aún no tenía un príncipe heredero porque toda su vida se había empecinado en tener un hijo con él mismo para que el linaje de los Egoistones no se perdiese. Incluso, pensaba él, mi futuro hijo sólo se podría parecer a su padre o a su madre, y como su padre y su madre serían él mismo, no le quedaría otra alternativa que ser un Egoistón de pura raza, una continuación, un espejo, del rey cuando muriese.
Egoistón fundó un nuevo sistema de gobierno: El Personalismo, y... ¿En qué consistía este Personalismo?...pues, muy fácil, el soberano lo veía todo color de rosa: rosa palo, rosa chicle, rosa fucsia, rosa mar, rosa limón, rosa cielo, rosa burdeos, rosa caqui, rosa zaíno, rosa castañito claro...
Pero ahí no se quedaba todo. A parte de su visión rosa, nuestro curioso rey lo percibía todo cuadrado. Con su mente cuadriculada observaba las ruedas cuadradas, los donuts eran cuadrados y se llevaba toda la noche observando un inmenso cuadrilátero de plata en el cielo cuando tocaba luna llena. Cuadrado y rosa, rosa y cuadrado, cuadrado y rosa...comentaba de forma continuada y se repetía para sí todas las horas del día...
Egoistón tenía varios palacios, muchísimos apartamentos, infinidad de mansiones, un sin fin de sirvientes, trescientos sesenta y cinco coches de lujo, uno para cada jornada del año, una gran montaña de euros cuadrados, por supuesto, y un gran armario de ropa con bordados e incrustaciones en oro rosado. Mientras, su súbditos, los habitantes del reino de Mío Para Mí, apenas tenían algo que llevarse a la boca o un vestido que ponerse. Vivían en pequeñas chozas y alimentaban a sus familias con las sobras de los banquetes del rey. Los hijos y las hijas de estas familias humildes iban a la escuela Rosa Rosae, donde sólo se impartían dos asignaturas: Plástica y Matemáticas. En la primera de ellas dibujaban, hacían collages y composiciones coloreándolas de rosa en sus diferentes tonalidades. En Mates daban geometría del cuadrado y se pasaban el día repitiendo la fórmula de la superficie de aquél: lado por lado, lado por lado, lado por..
En las clases los libros brillaban por su ausencia, la lectura estaba terminantemente prohibida por la realeza. Un gran cuadro ubicado en un perfecto marco cuadrado de fino vidrio rosa ocupaba toda la pizarra y al comenzar el día todos tenían que arrodillarse inclinando su cabeza en señal de reverencia a su alteza.
Egoistón se dedicaba a hacer controles y pruebas a sus súbditos para comprobar que eran buenos egoístas. Así, los llamaba uno por uno y les hacía preguntas absurdas con respuestas supuestamente evidentes y fáciles.
Un buen día llamó a un campesino y le sometió a uno de sus habituales interrogatorios:
-¿de que color es este árbol?, le preguntó señalando a un enorme naranjo.
-Pues, pues...mmm, verde y el tronco, el tronco...marrón, dijo el infeliz campesino titubeando.
-¡No, no!, ¿acaso estás ciego?, respondió en monarca encolerizado, ¡ No sirves para nada!, ¡ Eres un traidor!...¿No ves que es rosa y su tronco rosa fuerte?, ¡Te cortaré la cabeza!, y dicho esto sacó su gran espada rosa y le seccionó el cuello.
El pueblo, asustado, no sabía como agradar al regio gobernante para que no fuese tan cruel con ellos. Cada tarde en procesión, niños y niñas, le llevaba a modo de ofrenda tartas de fresa que no podían comer debido a un decreto real que las excluía de la dieta de los gobernados.
En las puertas del gran palacio cuadrado, La Casa Rosa, existía un monumento de cabezas cortadas con una lápida que decía: el mundo es cuadrado y rosa no lo estropees, de este modo, los habitantes de Mío Para Mí ya sabían lo que les pasaría si le llevaban la contraria al rey. Muchos, para no acabar formando parte del gran monumento, le seguía la corriente calificando todo lo que el soberano les preguntaba como rosa y cuadrado. Los discos de música se convirtieron rápidamente, sin cambiar de forma, en cuadrados, el sol, los globos y los balones, corrieron la misma suerte.
Los que contentaban al rey con sus comentarios y tenían una tonalidad de piel sonrosada obtenían grandes beneficios: conservaban la vida y recibían el título de Gran Maestre de la Orden Rosa pudiendo vivir a menos de diez kilómetros de la corte formando parte de la casta de los rosatti. A partir de entonces no se podían mezclar con el resto del pueblo y para evitar una contaminación más que probable debían casarse con otros rosatti y conservar las costumbres de la mentalidad cuadriculada.
En palacio, las fiestas y los banquetes eran habituales. Los mejores rosatti eran invitados a estos festines donde la carne de rosa jabalí aderezada con salsa rosa y las rosas de pitimini lo inundaban todo en un ambiente con fragancia de agua de rosas al gusto enfermizo de su majestad.
Un buen día, Egoistón se dio un atracón de salsa rosa, se puso morado y dejó de ser sonrosado muriendo en su cuadrado lecho. Sin príncipe heredero, nadie sabía lo que ocurriría a partir de entonces. El miedo se apoderó de todos los habitantes de Mío Para Mí y el reino se quedó paralizado, inmóvil. Nadie les decía, como siempre había ocurrido hasta ese instante, lo que debían de pensar, de decir en cada momento. Hasta aquel día las libertades eran sueños de otro mundo imposible de alcanzar. Los deseos del rey habían sido las órdenes a cumplir, la única verdad, la propia ley que decía que todo era rosa y cuadrado, aunque la realidad fuese bien distinta.
Los huérfanos egoístas, sin su padre supremo, el rey, comenzaron a reunirse por barrios para decidir qué hacer. Pronto se extendió el pensamiento que había llegado el momento de ser felices, de amar la vida en libertad, de pensar en el otro y no en el yo. Decidieron desterrar al Ego para siempre y cambiar el nombre del país que pasó a denominarse Libertad. Sintieron la necesidad de poner por escrito las nuevas leyes para que nadie se dejase llevar por la dictadura del egoísmo en perjuicio de los demás y para que no se confundiera la libertad con el libertinaje. Todos y todas, libre, voluntaria y democráticamente votaron a los representantes que se encargarían de elaborar La Gran Constitución, garantizando que en la vida, además del rosa, existía el blanco de la paz, el verde esperanza y el rojo pasión bajo el cielo azul. Seguidamente eligieron una bandera con un gran arcoiris símbolo de la libertad de expresión y de la tolerancia. Todos y todas, unidos entrelazando sus manos de colores, juraron que nadie nunca, jamás, les robaría los sueños y las ilusiones. Desde aquel día el sol volvió a brillar redondo y amarillo, con igual fuerza e intensidad para todos.
Y, colorín colorado, ni rosa ni rosado, este cuento se ha acabado.
2º premio en 2009 en el I Certamen Relatos Cortos, Un cuento es posible. Diputación de Cádiz.