Mi tortuga, que no es sino un galápago de oreja roja, me inspira cierto mimetismo cinético y, a veces, me da por imitarla cuando come.
Alguien en una tienda ambulante de un pueblo costero me dijo una vez al tocar uno de estos animales de cerámica: -¿sigue usted la filosofía de la tortuga?-, yo para seguierle la supuesta broma le contesté que sí, por su puesto. Ella, ni corta ni perezosa, me afirmó que la seguía al pie de la letra; -Son lentas, duras, pero al final llegan donde se han propuesto-. Que cada cual saque sus propias conclusiones. Al final no compré el adorno con forma de caparazón decidí quedarme con la filosofía que no se toca pero puede llegar a palparse.
ÁnQuinFer.
Alguien en una tienda ambulante de un pueblo costero me dijo una vez al tocar uno de estos animales de cerámica: -¿sigue usted la filosofía de la tortuga?-, yo para seguierle la supuesta broma le contesté que sí, por su puesto. Ella, ni corta ni perezosa, me afirmó que la seguía al pie de la letra; -Son lentas, duras, pero al final llegan donde se han propuesto-. Que cada cual saque sus propias conclusiones. Al final no compré el adorno con forma de caparazón decidí quedarme con la filosofía que no se toca pero puede llegar a palparse.
ÁnQuinFer.